Maldición

Maldición
HORROR

lunes, 7 de mayo de 2012

025  Don Silvio se refugio todo el día en su casa, sin querer dar misa con el supuesto de que él estaba enfermo y sentía así. Ese mismo día se solicitó reemplazó para cubrir sus obligaciones al obispado para que envié otro párroco. Pero eso tardaría unos días debido a la falta de sacerdotes que había en la diócesis por falta de vocaciones nuevas.
    Se puso su pijama y se dispuso a pasársela durmiendo más de lo de costumbre, con el fin de que le pase el malestar. Pensó que estaba incubando la gripe y así se recuperaría más rápidamente. Ahora que se acercaba el crepúsculo él se sentía extraño. Su cuerpo le parecía más caliente y pensó: ¿Tendré fiebre?  Y se acostó.
Unas horas más tarde, la guapa Silvia volvía a caminar por la ruta.
Un camionero  frenó a su lado el camión y le grito bajando el cristal de la ventanilla:
—¡Hola guapa! Me gustaría llevarte al fin del mundo conmigo.
    Y ella le contesto:
—¿Y que esperas? Habré la puerta de tu camión que el fin del mundo nos espera.
    El camionero saltó de alegría y rápidamente con una sonrisa se esforzó para abrírsela. Y ella subió.
—Me llamó Silvia y quiero ir a un lugar donde se pueda beber y bailar.¿Me llevarás?
    El camionero estaba hipnotizado ante la mujer más bella que vio en su vida y le dijo:
—¡A donde tú quieras reina! Conozco una discoteca en un pueblo más adelante, allí tienen un ambiente agradable.
—De acuerdo. Y por este viaje te daré un regalo.
    Los ojos del camionero se llenaron de alegría y su boca se humedeció. El camión corría por la carretera a más de cien kilómetros por hora. Puso música y Silvia bailaba en el asiento del camión. Ella le sonreía y sonreía más todavía. Era camionero feliz.
     Aparcaron en la solitaria playa de estacionamiento, desde donde se veía las luces de colores de neón que indicaban a la discoteca bailable.
    El camionero le dijo:
—Bien llegamos. Allí es donde te dije.
    Silvia sonrió y le dijo:
—¿Quieres tu regalo por si es el fin del mundo?
    Él le dijo:
—Por un beso tuyo que el fin sea ahora.
    Y Silvia fue hacia él.
El camionero sintió que el corazón se le salía por la boca de contento. Mares de fuego recorrieron su cuerpo. El besaba y ella metía su lengua más allá de su garganta. ÉL sintió ganas de cerrar sus ojos para gozar del cuerpo que se meaba sobre sí. Y se dejo ir y soltó suspiros de placer  sin darse cuenta que todo lo que el soltaba, ella lo aspiraba. Secándolo hasta  la médula, hasta que lo dejo inerte.
Silvia bajo del camión que quedó aparcado a oscuras. Ella siguió las luces que centellaban en la discoteca de la ruta.   A su alrededor se apiñaban coches de marcas lujosas que flanqueaban la entrada.
     Ella paso ante el guardia de la discoteca sin que le dijera nada, solo le brindo una sonrisa de conformidad. Adentro ella sonrió como nunca lo hizo en su existencia. Las luces y la música le gustaron al instante, que salió a la pista a bailar. 
     Sola se contorneaba al ritmo frenético que la música le dictaba y enseguida acaparo la mirada de todos los presentes que allí estaban. La sensualidad que desprendía a todos fascinaba quedando hipnotizados por aquella beldad que les tocaba el instinto animal. Y Silvia los olía a todos sabiendo quien era su presa, ya lo tenía fichado y bailo frente a él.


Continuará.









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