Maldición

Maldición
HORROR

lunes, 28 de mayo de 2012

029      A la noche, el comisario Hernández visitaba el Centro Forense para habla con el Dr. Martín. Se entrevistaron en la morgue donde guardan los cuerpos de los cadáver.
   El Dr. Martín le dijo:
—El caso me tiene perplejo. Los cuerpos de los dos afectados están deshidratados a extremis, me encontré con órganos reducidos veinte veces su tamaño por falta de líquidos. Los glóbulos rojos están, pero sin agua. El plasma se les ha evaporado. Esto no tiene sentido.
   El Comisario preguntó:
—Les abran hecho una transfusión y le han quitado la sangre.
   El Dr. Se lo explicaba:
—No. No hay cortes ni pinchazos. Es como si los hubieran absorbidos por ósmosis. Como si el fluido hubiera salido por sus poros, o sus orificios naturales. No existe precedente en la literatura de medicina de algo así.
  El Comisario repreguntó:
—¿Y como explica lo de la movilidad de la decapitada? ¿Por qué se movía su cabeza y su cuerpo seccionados?
   El Dr. Martín sincero decía:
—Tampoco tengo respuestas. Lo cierto que desde el amanecer que dejó de moverse no lo ha vuelto hacer está noche.
   Hernández dijo:
—Vine de noche pensando que tal vez esas criaturas se muevan al oscurecer.
—Sí. También lo pensé, pero no lo ha hecho. Puede ser que haya alguna condición que falte para que se produzca el movimiento  de está criatura.
   El Comisario advirtió:
—Debe continuar observando a estas cosas. Pero dígame, ¿Por qué ataco a su colega?
   Esta vez el Dr. Martín no tuvo dudas:
—Justamente el ataque de esta criatura es para reponer sus líquidos. Hambre de fluidos, seguramente. ¿Y usted Comisario tiene alguna pista del caso?
   El Comisario saco un dibujo de su chaqueta y se lo mostró:
—Este es un retrato robot de alguien que tal vez sepa algo. Estuvo con el chico de la discoteca. Tengo que encontrarla. Se llama Silvia, eso es todo lo que sé.
—Yo le sugiero que debemos buscar ayuda. Tal vez con un Físico Quántico, creó que pueden darnos explicaciones fuera de lo convencional sobre lo que sucede acá.
—Es buena idea. Como también podríamos buscar un brujo porque esto parece un caso de Zombis. Como los de las películas de terror.
   El Dr. Martín rió:
—Mire mi hijo. Yo no puedo permitirme pensar en brujerías. Yo trabajo  cortando cuerpos muertos todos los días. Para mi solo existe la ciencia.
   Pero el Comisario fue más allá:
— Tal vez no brujo. Tal vez un sacerdote. La religión tal vez tenga alguna respuesta.
   El Dr. Martín insistió:
—Tampoco me va lo de la religión. Déjeme que siga con mi método científico.
 El Comisario le dijo:
—Muy bien prosiga así. Yo veré que nos manden un experto en casos  de sextas ,ritos y satanismo. Tenemos una división dentro de la policía.
Hasta pronto.
—Adiós.

   Una semana más tarde, en la entrada de la Comisaría aparcaba un coche del que bajo una mujer que se dirigió al interior; y dentro solicitó hablar con el Comisario Hernández:
   El Comisario la hizo pasar a su despacho y ella se presentó:
—Soy la Inspectora Gabriela Pérez, especialista en criminología ritual y satánica. 
   El Comisario se sorprendió que fuera una mujer la especialista, se había imaginado que sería un hombre y de edad. No imaginaba a una guapa pelirroja que hiciera ese trabajo, pero aceptaba de buen grado que haya venido alguien a ayudarle,  y le dijo:
—Me alegro de que esté aquí. Tengo un caso difícil e inexplicable que ya se lo expondré. Se que ustedes tratan casos de asesinatos de sacrificios y brujerías. De gente alienada que cree hablar con demonios. Pero al final son todos locos.
  La Inspectora quiso hablar un poco sobre su función:
— Verdad. Hay mucha locura. Pero hay muchas cosas raras que van más allá de lo explicable. Como el caso de un paralítico que para hacer ofrenda al diablo recuperaba el caminar y salía a buscar a alguien que matar como ofrenda. Nos costo encontrarlo y dar con él. Ahora está en una cárcel de seguridad y volvió ha estar paralítico. Los neurólogos dicen que tiene la médula seccionada, que era imposible que se levante jamás.
   El Comisario vio que ella era lo que necesitaba y la invito a sentarse a su escritorio. Y le dijo:
— Este caso es el de dos personas encontradas muertas que aparentan un envejecimiento instantáneo. Los análisis nos dan una deshidratación extrema a punto que parecen pasas de uvas.
   La Inspectora le dijo:
—Perdón, pero eso no sé si entra en mi campo.
Hernández le hizo una seña que el quería seguir hablando:
—Lo extraño es que estos muertos reviven. La primera victima, que fue declarada muerta se levantó y mató a un medico forense.
   Hernández sacó unas cuantas fotografías y se la enseño. Está vez la sorprendida fue la Inspectora:
—Esto es inaudito. ¡Nunca me cruce con un caso de zombis!… Es sabido  que en las Islas Haití existen casos unos supuestos zombis de muertos revividos por vudú; que según algunos investigadores se usan neurotoxinas del pez globo que simulan la muerte, pero solo sería un estado transitorio. 
El Comisario le dijo:
—¿Y esos zombis también se mueven luego de ser decapitados? 
Mientras le paso la foto.
—¿Quéee?
—Eso...Yo lo he visto cuando sucedía. Y tengo al Dr. Martín ,el forense ,estudiando el caso. Lo iremos a ver  ahora, ¿si le parece?
   La inspectora excitada dijo:
—Estoy a su entera disposición Comisario. El caso es muy extraño y quisiera ayudarlo a resolverlo.
 —Muy bien Gabriela. Movamos el culo y vayamos al Centro Forense.
     Minutos mas tarde  se estaban  entrevistando con el Dr. Martín, que les llevo a la morgue donde tenían refrigerados los cuerpos y se los mostró:
  —Este es el joven de la discoteca, su edad era de veintidós años, ahora parece una momia por su deshidratación instantánea.  En la siguiente heladera tenemos el cuerpo de la decapitada y en el que le sigue al de mi colega. Que según me disculparán lo tengo vestido por el pudor ajeno de haberlo conocido.
   El Comisario Hernández le dijo:
—No se preocupe. Lo entendemos.
   El Dr. Martín se los mostró y luego los llevó al laboratorio mientras les comentaba:
—He descubierto, en los pocos fluidos que queda en los cuerpos, unos corpúsculos  extraños que mandaré ha hacer más análisis porque yo no los identifico. Se los mostraré.
   El trío se acercó a la mesa del laboratorio donde había una mesa con un microscopio  en la que invitó a sentarse a los investigadores. Gabriela observo el frasco con la cabeza de la decapitada Rufh, que daba la impresión se veía agrandada por el efecto de flotar en el líquido que la contenía. Era desagradable su estado. 
El Comisario se sentó primero y pudo visualizar un pequeño extraño brillo plateado en la muestra orgánica que tenía en la platina del microscopio.

   El Dr. Martín comentó:
—Creó que esos corpúsculos son los responsables de que el cuerpo se haya activado la noche de la semana pasada. Desde entonces no se han producido cambios ni movimientos. 
   La Inspectora Gabriela preguntó:
—¿Usted cree que volverá a hacerlo?
—Sí. De hecho que ya sé el porque no se mueve en estos días. Les haré una demostración para probar lo que les digo.
   El Comisario y su ayudanta lo miraron con sorpresa. 
   El Dr. Martín marcho y trajo un aparato que aparentaba un reflector. Luego acomodaba al frasco con la cabeza y les proveía de sendas gafas oscuras mientras les explicaba:
—La noche que se produjo el ataque , era el ultimo día de la fase lunar de luna llena. Pensé que este era el cambio sustancial que activa el movimiento en los cuerpos. Sabido es que la luna llena provoca cambios en la mareas por la proyección de iones que rebotan en sus superficie que aumenta la atracción magnética de su propia masa … Este aparato que voy a encender, produce una carga iónica similar a la que emite la luna en su fase llena. Es un cañón de electrones. Pónganse las gafas.
   Y ubicándose a su lado lo encendió. La cabeza en unos momentos, pestaño y abrió sus ojos. Luego, abrió la boca y movía su lengua como un gusano saliendo de una calavera. 
   Luego de unos momentos, apago el interruptor y la cabeza cerro los parpados y se quedó quieta. Y el Comisario Hernández dijo:
—¿Pero es que esa cosa está muerto o no?
—Está muerta según nuestro concepto de muerte, pero en estado de letárgia para moverse cuando salga la luna llena.
Gabriela dijo:
—Por lo que nos queda menos de dos semanas para hallar al agente propagador de está infección.
   El Dr. Martín confirmaba:
—Exacto. Si la trasmisión se produjo los últimos dos días de la fase lunar cuando llegue la próxima, de siete días, tendrán muchos más casos como este. ¡Y son peligrosos una vez que reviven!
Continuará …
   









lunes, 21 de mayo de 2012

028      A la mañana siguiente, cerca del mediodía, Sor María tocaba timbre en la casa de Don Silvio. Este abrió la puerta y ella le entregó una carta con las referencias del obispado para con ella.
   Don Silvio la invitó a pasar mientras él se sentaba a la mesa, donde tenía puesto los cubiertos para almorzar y le dijo a la monja:
— Sor María ,si desea acompañarme a comer le diré a mi  cocinera, María del Huerto, que ponga un plato para usted.
   La Monja reaccionó enseguida levantando la voz:
—¡Esto no puede ser. Desde ahora, yo soy su ayudante y la que hará su comida. Está mujer tiene que marcharse en este instante!
   Don Silvio se quedó de piedra y le dijo:
—Pero está señora cocina muy bien … y siempre me ha ayudado aquí y en la iglesia. Es de su pura voluntad.
Sor María lo miró sería y le dijo:
—Yo estoy aquí por sus problemas. O está mujer se va ya o yo me vuelvo al obispado.
   La mujer apareció con una fuente con un pollo al horno y fue hacía la mesa a servirle.  Mientras lo hacía, ella intervino, diciendo:
—No se preocupe por mí Don Silvio, me voy ahora. Y usted sabe que cuenta conmigo siempre que me necesite.
   Don Silvio sintió vergüenza ajena, pero agradeció sus palabras:
—Como siempre le digo María:¡ Que Dios se lo pague y muchas gracias!
   La monja acompaño a María del Huerto a la puerta de calle y a poco le susurro al oído:
—¡Usted no vuelva por acá! Este sacerdote está mal por rodearse de mujeres libertinas como usted.
   La mujer no comprendía nada lo que la monja le increpaba y le salió un :
—¿Como …?
   Pero antes de que pudiera reaccionar recibía una patada en el trasero y le cerraban la puerta de un portazo.
   Sor María volvió  y quitó todo lo servido en la mesa, regañando a Don Silvio:
—Si tiene tantos problemas como le dijo al Obispo, que hace gozando de un almuerzo, como que no pasa nada. Y para colmo con una moza que es fuente de distracción.
   Don Silvio se disculpaba:
—Pero si es la catequista.
—No se trata de eso. Es una mujer guapa, símbolo de la lujuria y muy probable parte de su problema. ¡La carne se revela y usted se cuestiona su hombría!
   La seguridad y la explicación de Sor María calaron en la mente de Don Silvio y dijo:
— No sé. Tal vez usted tenga razón. Yo ni mi imaginaba que esto puede ser la causa de mi problema.
   Sor María le dijo:
—¿Cree que la carne no llama a un sacerdote?… Nunca usted, sintió el calor entre sus piernas … Nunca sintió ganas de romper sus votos de castidad ante los escotes y minifaldas. Dígame que no es así.
    Don Silvio le confiaba como si ella fuera su solución:
—Si, pero trato desviar los pensamientos a otra cosa. Rezar, o salir a dar un paseo.
    La monja lo miraba fijamente y le decía:
—¡Por eso se siente culpable y piensa que tiene dudas de su hombría!

   Y continuó diciendo:
— Pero hay solución. El dolor y el arrepentimiento por ese deseo que lo hace culpable. Le voy a decir como: debe purificar su alma con ayunos y el castigo a su cuerpo pecaminoso con el santo flagelo.
   A Don Silvio se le abrieron los ojos al mirar a aquella mujer como cuervo que le venía a graznar mientras alzaba su maleta sobre la mesa y buscar dentro:
—¡Yo he curado a muchos curas! Tengo el legado de un tío mío que me dejo algo que le va a ayudar a conseguir la purificación. Mi tío llegó a ser Cardenal; y cuando yo le confesé mi vocación este fue su regalo. 
   Sor María rebusco en su maleta para encontrar lo que le quería dar a Don Silvio. Y platicaba sola:
—Esto no es. Este es mi patito. Esto es la vela que tengo que prender a mi Santo. Esto son mis dientes de repuestos. Mi ropa. El perfume Chanel … ¡Ah , aquí está! 
   En ese momento comenzó a sacar un látigo de cuero que presentó a Don Silvio:
—¡Esto lo redimirá! Debe usarlo lo más pronto posible y desaparecerán esas dudas sobre que le gusta el sexo. Al final se sentirá aliviado y no pensará ni en hombres y mujeres lujuriosamente.
—Usted cree que me liberaré de mi pesar.
La monja confiada en que lo que decía era misa, le dijo:
—Claro. Yo he curado a cientos de sacerdotes con problemas como el suyo. Debemos empezar ya, ahora ya no come nada. Está en ayuno y debe ir ha encerrarse y actuar; para pedir perdón por sus pecados.
Don Silvio sumiso le dijo:
—Esta bien. Haré lo que me dice y espero sentir alivio. Pero tengo que preguntarle si el señor Obispo está al tanto de sus métodos.
   Eso le molestó un poco a Sor María que respondió con autoridad:
—El señor Obispo fue que me dio la orden de verlo. Y el Obispo mismo en alguna ocasión probo el santo flagelo. Le gusta tanto mi método que se purga conmigo de vez en cuando. ¡Hágalo Don Silvio!
Y resignado dijo:
—Ta bien.
   Don Silvio se retiro a una habitación donde solía rezar a solas y se despojo de sus vestimentas. Probó darse un latigazo en su espalda que inmediatamente dejaron “cardenales” en su piel. Y luego siguió, y cuando más lo hacía, llego a tornarse en furia y se fustigaba con rabia  mientras que sus labios recitaban el “mea culpa”.
   Mientras que Sor María entraba en la cocina y tomó una pata del pollo al horno, y le hinco los dientes. Luego acercó una silla y se acomodo. Metía todo en la boca que aligeraba con vasos de vino tinto. Ella no quería desperdiciar “la gracia de Dios”.
   Cuando dejo solo el esqueleto del pollo y se tomó toda la botella de vino, se fue hasta la habitación donde se encerró Don Silvio y abrió la puerta. Se encontró con Don Silvio tirado en el suelo con la espalda escaldada de flagelársela. Ella se acercó a él y se agacho para ayudarlo a levantarse. Mientras le decía:
—Muy bien echo, es un buen hombre. Vamos que le ayudo llegar a su dormitorio.
   El cura dolorido se tiró en su cama. La monja le volvió ha hablar:
—Le desinfectare las heridas y se quedará como nunca.
   Sor María se retiro unos instantes para luego volver con un cazo y algodón. Se sentó a su lado y embebía al algodón en un liquido que tenía el cazo. Y le dijo:
—Lo curare como manda la tradición por el esfuerzo de nuestro señor Jesucristo.
   Don Silvio no entendía lo que la monja hablaba y eso que el era cura. Pero la monja seguía con sus preparativos mientras hablaba:
—Los Romanos pusieron vinagre en la herida del señor. Y con esto yo lo curo a usted … ¡PECADOR!
—¡Aaaaaaahhhhh!
   Y el pueblo escucho el grito de Don Silvio y alguna paisana se santiguo.
Continuará...
 

martes, 15 de mayo de 2012

027  Mientras tanto, en la discoteca se descubrió un nuevo cuerpo, la policía y los paramédicos confirmaban el extraño deceso de una persona. El Comisario Hernández los supervisaba y se dio cuenta que este caso era similar al de la noche anterior. Dio entonces la orden:
—Embolsen al sujeto y atenlo bien a la camilla para sujetarlo. Llévenlo a depositar al cadáver Centro Forense.
    El comisario interrogó al barman que le contaba:
—El viejo que está en el baño, lleva la ropa de un joven que anoche estuvo aquí. Yo no creó que sea el joven … ¿O lo es?
—No le puedo decir nada. El que sabe es usted. Del Joven que me habla, ¿Estuvo solo?
—Que va. Estuvo con una mujer espectacular y hablaron ante mí. Ella lo provocaba y lo invitó al baño y el joven lo siguió … Joder…¡ El viejo es el joven!
   El comisario no lo quería alarmar por eso le dijo:
—Mire. No saque conclusiones que todavía debemos de verificar que no sea un montaje o una broma. Ahora descríbame a la mujer.
—Era blanca de pelo castaño un poco crespo, ojos azules, con buenas curvas, muy sexy. Escuche que se llama Silvia, pero otra cosa no sé.
Hernández repreguntó:
—¿La había visto anteriormente?
—No, nunca antes la vi. Lo sé porque un bombón así no se me pasa.
   Por ultimo le preguntó:
—¿No tienen cámara de seguridad este local?
—No. Es por discreción de nuestra clientela.
—Púes tendrá que pasar por comisaría para ayudarnos a confeccionar un retrato robot de la mujer.
—De acuerdo.

   En el Centro Forense, el Dr. Martín hacía estudios al cuerpo de la decapitada y anotaba cada anomalía físicas y filológicas que encontraba en sus estudio. Ahora la cabeza quedó en aparente tranquilidad y su cuerpo encerrado en el frigorífico también dejo de moverse

    El Comisario se alejo y llamó al Dr. Martín:
—Hola Dr., le mandó otro fiambre del mismo tipo que la decapitada.
    El Dr. Martín le contestó:
—Lo recibiré personalmente. Y le informo sobre el caso la decapitada que a cesado la actividad de esta al amanecer. 
—Bueno, estudie este caso también. Pronto pasaré por allí. Adiós.
        A los minutos, la sirena de la ambulancia paraba enfrente del Centro  Forense y le bajaron la camilla con el cadáver. El Dr. Martín se acercó al encuentro y levanto la manta que lo cubría; supo que efectivamente era un caso similar al que ya tenían entre manos. Y les dijo a los paramédicos:

—Gracias. Déjelo que yo me encargo.
—Muy bien Dr. Martín, solo fírmeme el acuso de recibo.
—Sin problema. Pero estaría bien que algún día me trajeran un paquete con un regalo más bonito. Por ejemplo ,una caja de bombones. No estaría mal.
La paramédica que empujaba la camilla le dijo:
—Dr. Martín, nosotros le traemos el pan nuestro de cada día. No se queje.
—Bien. No me quejo más. 
Y se llevó el cuerpo.
   A solas comenzó a desnudar al cadáver del joven. Y mientras lo hacía se preguntaba en voz alta:
—¿Estás muerto o en estado letárgico? ¿Qué te ha pasado? Bueno, si vas a levantarte, aprovecha que ahora voy a desarmar a la que mato a mi compañero. Después te toca a tí.
   Entonces se fue a cambiarse con un guardapolvo, guantes y mascarilla para trabajar diseccionando al cuerpo de Rufh Billar.
   La sierra eléctrica abría con facilidad el tórax del cuerpo acéfalo que se encontraba sobre la mesa. Pronto el Dr. Martín revisaría las entrañas de aquel cuerpo.
Continuará … 

viernes, 11 de mayo de 2012

026     Ella se acercó a la barra y se sentó en un banco al lado de un joven. Él joven le dijo:
—¿Quieres tomar algo?
    Silvia lo miró con unos ojos que brillaban en la penumbra y le contestó:
—Lo que tú quieras pedir está bien para mí. Me llamo Silvia.
—Bonito, nombre. Y bailas que me pones como loco.
    Silvia no se cortaba y le respondía:
—Se otras cosas que te podrían más loco. Pero primero tomaré lo que me invites.
     Ciertamente que ella bebió el Whisky de solo tragó y el barman volvió a llenar su vaso que lo bajo como si nada.

    Él joven muy excitado que le subía un escalofrío por ella le dijo:
—¿Qué tal si vamos afuera a fumar un cigarro?
    Silvia le respondió:
—No. Eso hace daño a mi salud. Pero, hay algo que me gusta fumar y te lo puedo enseñar en el baño. Si quieres.
    Los ojos del joven se le abrieron tanto que estiraron de la comisura de los labios y así la siguió.
    En el baño hubo gemidos y golpeteos de placer .
...Luego Silvia se arreglo y dejó tras de sí, un joven fumado. Y ahora, ella, rebozaba de salud y alegría. Y volvía a la pista a bailar.
    El gallo del pueblo anunciaba el amanecer y los primeros rayos se filtraban por la ventana pegando en la cara a Don Silvio. No se daba cuenta de que estaba durmiendo con el vestido de su otro yo.
    Se levanto remolón pero se sentía muy  bien. Hasta que se vio un muslo con falda. La electricidad de su sistema nervioso le dio una parálisis de un microsegundo. El tiempo se le detuvo y luego acelero a mil. Salto de la cama y se colocó ante el espejo. Sus ojos le saltaron de orbita y quiso romper algo. Así que jalo de sus cabellos con rabia.
—¡Nooo!
    El desconcierto y la rabia se apoderaron de él. No entendía que le estaba pasando. Se atormentaba pensando si no sufriría de sonambulismo o sí tuviese otra personalidad homosexual en sí mismo que ahora quería aflorar. Sabía que ahora lo de la broma era descartado, anoche se había encerrado por dentro y tampoco bebió nada para estar consiente de sus actos, así que todo era cuestión de él.
     Otra vez tuvo que dedicarse a quitarse el maquillaje de su cara y la pintura de las uñas, una por una.
     Entonces se decidió él mismo a ver al obispo en la capital para exponerle los hechos que le estaban afectando en su ánimo para retornar a las practicas parroquiales. Esperaba un consejo o alguna manera de calmar su alma. Llamó por teléfono y pidió cita.

   El encuentro fue esa misma tarde, el Obispo no quería tener un buen trabajador de baja. Don Silvio representaba a una zona población rural de buen nivel adquisitivo que siempre facilitaba buenas donaciones de dinero.
    El Obispo que se encargaba de dar homilías en la Gran Catedral lo recibió en un salón de la misma donde ambos charlaron de pie, frente a frente.


Don Silvio se explicó:
— Señor Obispo, tengo miedo porque me pasa algo inexplicable … Creó que tengo alguna inclinación homosexual o alguna crisis de identidad.
—Hijo, todos los sacerdotes nos da miedo descubrirnos con esa enfermedad. Pero no debemos dejarnos influir por influencias de pensamientos perniciosos de la sociedad. Debemos buscar en la palabra de Dios la solución.
—Es que yo no sé lo que me ocurre. Ante la eucaristía me pongo mal, y luego se pasa. Después amanezco con extrañas vestimentas ¡Que yo no me puse al acostarme! ¿Qué puede ser?
—¿Qué ropas hijo?
    Don Silvio le contestó con timidez:
—Faldas— el Obispo lo miraba como si no lo entendiera—Faldas … ¡Faldas!
—Haaa …—dijo el Obispo— Bueno no se preocupe. Yo tengo una colaboradora experta en el tratamiento de estás cuestiones. Le hablaré y se la mandaré como asistente personal. Es una monja, que ya se la mandaré y verá como soluciona su problema.
—Se lo agradecería su excelencia. Necesito esa ayuda.
    Don Silvio beso la mano del Obispo y se retiró contentó.

    Un rato más tarde, el Obispo se reunió con una monja mayor a quien le dijo:
—Sor María, necesito que nos ayude a tratar a nuestro cura de la región del norte del obispado. Anda con malestar sobre su vocación y su sexualidad. Quiero asignarle está  misión dado  que usted es nuestra colaboradora que más entiende sobre el tema. 
—¿Quién es? Señor Obispo
—Se trata de Don Silvio. Tendrá que ir a ser su asistente y directriz en el pueblo por un tiempo. Y lo será hasta que usted me informe de que se ha recuperado. Debemos de cuidar los pensamientos de nuestros pescadores de pecadores.
—Lo que usted mande Excelencia. Déme por favor su bendición.
   Y el Obispo la santiguo.
Continuará ...







lunes, 7 de mayo de 2012

025  Don Silvio se refugio todo el día en su casa, sin querer dar misa con el supuesto de que él estaba enfermo y sentía así. Ese mismo día se solicitó reemplazó para cubrir sus obligaciones al obispado para que envié otro párroco. Pero eso tardaría unos días debido a la falta de sacerdotes que había en la diócesis por falta de vocaciones nuevas.
    Se puso su pijama y se dispuso a pasársela durmiendo más de lo de costumbre, con el fin de que le pase el malestar. Pensó que estaba incubando la gripe y así se recuperaría más rápidamente. Ahora que se acercaba el crepúsculo él se sentía extraño. Su cuerpo le parecía más caliente y pensó: ¿Tendré fiebre?  Y se acostó.
Unas horas más tarde, la guapa Silvia volvía a caminar por la ruta.
Un camionero  frenó a su lado el camión y le grito bajando el cristal de la ventanilla:
—¡Hola guapa! Me gustaría llevarte al fin del mundo conmigo.
    Y ella le contesto:
—¿Y que esperas? Habré la puerta de tu camión que el fin del mundo nos espera.
    El camionero saltó de alegría y rápidamente con una sonrisa se esforzó para abrírsela. Y ella subió.
—Me llamó Silvia y quiero ir a un lugar donde se pueda beber y bailar.¿Me llevarás?
    El camionero estaba hipnotizado ante la mujer más bella que vio en su vida y le dijo:
—¡A donde tú quieras reina! Conozco una discoteca en un pueblo más adelante, allí tienen un ambiente agradable.
—De acuerdo. Y por este viaje te daré un regalo.
    Los ojos del camionero se llenaron de alegría y su boca se humedeció. El camión corría por la carretera a más de cien kilómetros por hora. Puso música y Silvia bailaba en el asiento del camión. Ella le sonreía y sonreía más todavía. Era camionero feliz.
     Aparcaron en la solitaria playa de estacionamiento, desde donde se veía las luces de colores de neón que indicaban a la discoteca bailable.
    El camionero le dijo:
—Bien llegamos. Allí es donde te dije.
    Silvia sonrió y le dijo:
—¿Quieres tu regalo por si es el fin del mundo?
    Él le dijo:
—Por un beso tuyo que el fin sea ahora.
    Y Silvia fue hacia él.
El camionero sintió que el corazón se le salía por la boca de contento. Mares de fuego recorrieron su cuerpo. El besaba y ella metía su lengua más allá de su garganta. ÉL sintió ganas de cerrar sus ojos para gozar del cuerpo que se meaba sobre sí. Y se dejo ir y soltó suspiros de placer  sin darse cuenta que todo lo que el soltaba, ella lo aspiraba. Secándolo hasta  la médula, hasta que lo dejo inerte.
Silvia bajo del camión que quedó aparcado a oscuras. Ella siguió las luces que centellaban en la discoteca de la ruta.   A su alrededor se apiñaban coches de marcas lujosas que flanqueaban la entrada.
     Ella paso ante el guardia de la discoteca sin que le dijera nada, solo le brindo una sonrisa de conformidad. Adentro ella sonrió como nunca lo hizo en su existencia. Las luces y la música le gustaron al instante, que salió a la pista a bailar. 
     Sola se contorneaba al ritmo frenético que la música le dictaba y enseguida acaparo la mirada de todos los presentes que allí estaban. La sensualidad que desprendía a todos fascinaba quedando hipnotizados por aquella beldad que les tocaba el instinto animal. Y Silvia los olía a todos sabiendo quien era su presa, ya lo tenía fichado y bailo frente a él.


Continuará.









jueves, 3 de mayo de 2012


024 Richard cayó de la silla con el cadáver prendido, mordiéndole el cuello. Los dientes les desgarraban la yugular que le producía una hemorragia mortal y que en pocos momentos acabo con su vida. La fiera mujer quedó sobre él ,cual animal salvaje remordiendo a su presa abatida. Tirando con sus dientes jirones de carne que se los engullía.
     En esto estaba la fiera cuando el Doctor Martín entró dentro del centro y busco con la mirada a su compañero. Se encontró entonces con la desgracia sucedida. Su colega siendo atacado por la muerta.
    El corazón se le detuvo por un instante del susto, pero rápidamente reaccionó y corriendo cogió el hacha de protección de incendio del pasillo y volvió hacia la fiera que estaba sobre su colega. Está no se percató de su presencia por seguir dando mordiscos sabrosos a su presa; y fue su fin. El Doctor Martín le rebano la cabeza de un hachazo; y está rodó por el suelo.
    Al rato, el Dr. Martín, conmocionado como no lo creía posible, le  hacía una llamada al Inspector Hernández.
—Hernández. Venga pronto Inspector. Mi colega fue asesinado y no le puedo decir nada por teléfono. ¡Venga urgente que es una emergencia!
   El inspector se extrañó de la voz del viejo forense, nunca se lo había escuchado así. Salió a toda prisa en el carro patrulla y en cinco minutos ya estaba en el instituto forense. Entró y le preguntó:
—¿Qué ha sucedido?
    El Dr. le hizo una seña que lo siga y lo llevo dentro del laboratorio donde el Dr. Richard yacía desangrado. Y entonces le soltó:
—El cadáver de la mujer que nos mando, le hizo esto.
    Sorprendido Hernández le contestó:
—¿Cómo es posible? La mujer no respiraba, ni se movía. ¡Estaba muerta!
    Le volvió ha hacer una seña ,que lo siga y lo llevo ha la habitación de al lado ,a una de las salas de operación. Sobre una mesa, en un recipiente tapado, al que el Dr. Martín le quito un paño que lo cubría. Mientras le decía:
—¡Ahora, no para de moverse!¡ Ni decapitada!
La cabeza en un frasco seguía moviendo su boca y sus hundidos ojos aún bajo el líquido de conserva en el que estaba.
    El inspector se sintió asustado de no entender lo ocurrido y le dijo al Dr. Martín. 
—¿Qué cosa es esto?
—No lo sé. Hasta ahora, los muertos eran muertos para mí. No tengo explicación científica para está cosa...Lo puedo estudiar y analizar por un tiempo y enfriar a mientras tanto a mi colega. Necesito algo de tiempo.
—Está bien. Yo no puedo presentar un informe de algo así. Dirán que me he vuelto loco.
    El Dr. Martín tapo el frasco con el paño y tomó un expediente que estaba al lado diciendo:
—Estos informes los hizo Richard antes de está cosa lo matará. La mujer se llama Ruhf Billar de treintaitres años, directora de marketing de una empresa de diseño de moda. Hace unos días este era su aspecto.
    Y le enseño una fotografía que tenía adosada al expediente.
    El Inspector Hernández se quedó otra vez sorprendido y le dijo:
—Esto parece sobrenatural. Averigüé Dr. si esto no es una nueva enfermedad a la que debemos enfrentarnos.
   El Dr. Martín concluyó:
—Lo tendré al corriente. Y no se preocupe por Richard, él era ingles, y yo me encargó de hablar con sus familiares sobre lo ocurrido.
Continuará...