Maldición

Maldición
HORROR

martes, 30 de octubre de 2012


  051  Al llegar la noche , el cura Miguel, se sintió mal porque le subió la fiebre. María lo ayudo a acostarse y se sentó a su lado a rezar el rosario. El cura transpiraba como luchando contra una enfermedad.

   En la comisaría, el monje Lo, se reunió con sus compañeros. Allí entró una policía para avisar de unos desordenes en un edificio del centro de la ciudad. Se informaba de unos ataques a mordiscos de unos moradores a otros.
    El comisario Hernández dijo:
—¡Que acordonen la zona!¡Vamos para allá!
   En minutos estuvieron en la dirección denunciada. Bajaron de su vehículo y se encontraron con un agente que gritaba a alguien:
—¡Quédese quieto!¡Usted está detenido, no se mueva!
   Todos corrieron hacia allí. Y al acercarse el comisario se dio cuenta que el policía cometía un error.
    El policía le dijo:
—¡Comisario. Tengo a un absorbido!
   El comisario le respondió:
—Déjelo ir... No es un absorbido , es un consumido por el tabaco. No se da cuenta como lleva su botella de oxígeno.
   El policía siguió su orden diciéndole al sujeto:
—Usted márchese de aquí. Y no debería fumar cerca de bombona. ¡Váyase antes que le meta una multa!
    El comisario le recomendó al agente:
—Nosotros entraremos al edificio. La denuncia es en el octavo piso. ..Y usted siga reteniendo a cualquier sospechoso. Lo ha echo muy bien.
   Así el trío montó en el ascensor y subió a la octava planta. Cuando se abrió la puerta, la sorpresa no fue menor. Una absorbida, se deleitaba con los intestinos de un vecino en medio del pasillo.
   La fiera rugió y se lanzó hacía ellos en un instante. Y el monje Lo, como siempre en guardia, corrió a su encuentro con una pose de kung fu.
   El ataque de la absorbida se le quedó atragantado en su cuello. Volando por los aires de cabeza para darse contra el suelo.

   El monje sin perder una décima de segundo, se dio vuelta sacando un papel caligrafiado de su bolsillo y se lo estampo en la frente. La absorbida se transformó en esqueleto.
   Luego, pego otro papel en la frente del vecino muerto para evitar que reviviera.
   El trío siguió revisando el pasillo y se encontraron con un rastro de sangre. Gabriela indicó que el rastro les llevaba al departamento B. Este estaba con la puerta entreabierta.
   Entraron al piso y lo revisaron  Los dormitorios estaban revueltos pero sin nadie. El baño y la sala, también. Por último entraron al comedor en donde vieron un espectáculo dantesco.
   Una familia, todos ellos muertos, sentados a la mesa como si estuvieran cenando. Todos estaban zombis  y se movían con movimientos mecánicos de hacer que comían pero sus platos estaban vacíos.
   El monje Lo los detuvo a los demás diciendo:
—Se nota que eran una familia con mucho amor. Aún no saben que están muertos y se aferran a su costumbres. Tienen hambre y cenan. Ni siquiera se dan cuenta que estamos aquí.
   Gabriela exclamó:
—Esto es horrible. Se nota que los han matado cuando dormían pues todos están con pijamas y descalzos.
   El comisario muy afectado al mirar a esa familia de muertos autómatas, dijo:
—¡Terminemos con esto!
   Le cogío de un estirón la pistola de agua que traía Gabriela y se fue para la mesa. La familia lo ignoraba.  El comisario destapo el tapón del reservorio del agua y se lo echo en el caldero y en cada uno de los platos.
    La familia contenta se tomaba el agua bendita como si fuera sopa.
    Luego sin decirse nada, todos salieron de la habitación antes que se producirá su escandaloso final para que descansen en paz.
    Al salir del piso ,el monje Lo, pego una de sus papeles mágicos en la puerta.
   La inspectora Gabriela estaba nerviosa y no podía esperar más. Salió a paso firme por el pasillo cuando ve que un zombi barbudo caminaba hacia ella.
   Gabriela se adelanto hacía el zombi con furia y enojo poniéndose en guardia.
    Ella cuando lo tuvo a distancia le arrojo una patada tremenda al mentón que le cerro su boca haciéndole cortar su propia lengua al zombi que la tenía afuera.
   Sin detener su movimiento, ella se giró y le aplicó una segunda patada como si ella fuera un remolino.
   Y siguiendo ella su torbellino. Siguió girando con una barrida a sus piernas que desestabilizo a aquel muerto viviente. Este caía en bloque al suelo sin saber que le pasaba, al mismo tiempo que su lengua aterrizaba.
   El comisario Hernández vino corriendo a ayudarla a su compañera, pero ella no necesitaba ayuda.
   Con un salto desde su posición de agazapada, ella se levanto y le dio un pisotón en las entrepiernas que hasta el muerto sintió dolor.
   Hernández para completar la faena, le colocó un papel santo en su frente para hacerle descansar en paz.
   Ahora con la experiencia que tenían, sabían que debían correr mientras el zombi se hinchaba por los cuatro costados.
   A poco, el zombi estallaba desparramándose a todos lados con un gran reventón.
   Al detenerse el comisario y la inspectora, este le reprocha:
—Te vi atacar a ese zombi con mucha ira. Se que te afectó lo de esa familia muerta, pero eso no debe de hacer descargar tu rabia en otros. Este ultimo zombi que hicimos que descanse en paz tampoco tenía culpa de estar en el estado que estaba. Como cuerpo de la policía que somos, no debemos alterarnos.
   La inspectora Gabriela se dio cuenta que tenía razón y le dijo:
—Discúlpeme comisario he hecho mal, me deje llevar por mi mal genio... No lo volveré ha hacer.
   Hernández le contestó:
—Me alegra que lo diga. Y creó que aunque soy menos experto que usted en el tema de papeles santos , agua bendita y rezos. Esos papeles caligrafiados de tu maestro no servirían si los usamos con odio.
   El Monje Lo se acercaba y le dijo:
—Usted comisario, habla con sabiduría.
 Continuará...

miércoles, 24 de octubre de 2012

050     El cuarteto subió al auto y salió rápidamente a la carretera. El cura Miguel estaba herido y preguntaba preocupado:
—Maestro Lo, me convertiré en un monstruo como los que hemos luchado.
   Desde el asiento de atrás le respondió:
—No. Tú no morir, por eso se puede curar. Yo curar a cura y buen curandero seré.
   El comisario Hernández sugirió:
—Propongo ir ha la casa del cura Silvio. Allí podremos descansar y de paso estar pendiente por si este se le ocurre regresar.
   La inspectora Gabriela le dio la razón:
—Me parece buena idea porque yo estoy molida y en el pueblo tendremos paz.
    Hernández dijo:
—No queda mucho para el amanecer, así que solo descansaremos unas horas.
    Efectivamente la claridad del horizonte declaraba la llegada del amanecer, y a esas horas de la mañana, los monjes del monasterio de la montaña se levantaban. Pero en la bodega seguía durmiendo desnudo en el suelo el cura Silvio y a su lado no había nadie más.
   Al revisar el Abad las celdas de los monjes que trabajaban en las bodega , descubrió estaban vacías. Mando entonces a un par de de otros monjes a buscarlos, pero solo se encontraron con Silvio en su estado de poco decoro.
   Lo vistieron entre ambos y lo sacaron a la rastra.

   Ya en el pueblo, el cuarteto, entró a la casa de Silvio.
   Adentro, el monje Lo, prendió incienso, luego saco un papel caligrafiado santo y se acercó a Miguel diciendo:
— Descubrir la herida.
  Y mientras formulaba su plegaria en chino, quemó el papel con la extraña formula, dejando caer las cenizas dentro de la herida.
    Luego le dijo:
— Ahora debéis combatir la energía oscura ying  con la luz de energía yang. Quitar toda la ropa y salir a tomar sol, desnudo afuera.¡Ahora!
El cura Silvio se asustó y exclamó:
—¡No!
   Pero sus compañeros comprendieron rápidamente que debían completar el ritual para que se cure de la posible infección y lo sujetaron.
   El monje Lo le quiso convencer, pero sus compañeros ya le quitaban sus vestiduras.
—Tú no tener vergüenza de estar sin ropa. Nosotros igual que tú, cuerpo no es malo ni bueno. Tu mente es lo que hace malo o bueno. Y ahora se requiere tú sin ropa.
   Pero Silvio siguió luchando y sus compañeros desnudándole.
   Al final, luego de un rato, lograron convencerlo de salir al patio trasero en una tumbona a tomar el sol. Lo hizo con la condición de que dejasen con su pequeño slip  
   El monje Lo le dijo:
—Todo el día debéis estar al sol. El sol llenar de yang y quitar la ponzoña del cuerpo. Si sobrevivís hasta mañana, tu curado. El peligro le vendrá esta noche y para eso yo preparar.
   Mientras Lo hablaba, el comisario y la inspectora se descojonaban de risa. Luego el comisario se disculpó por tener que marcharse hacia la ciudad. Debía de tener una reunión con los policía de su comisaría. La inspectora fue con él y el monje Lo se marcho a caminar por el pueblo.
   Un rato más tarde el monje Lo volvía acompañado de una vecina al que él fue a buscar. Era colaboradora de la iglesia local, María del Huerto.
   La presentó y le explicó a Silvio lo siguiente:
—María se quedará contigo para cuidarte. Yo ya dar instrucciones de que hacer contigo está noche. Tu hacerle caso sin chistar.
   El cura Silvio le dijo:
—Lo haré no se preocupe ¿Y que hará usted ahora?
—Yo ir para la ciudad. Está noche tener que seguir junto del comisario y la inspectora para resolver más situaciones. Si tu bien, pasado mañana unir con nosotros.
El cura exorcista resignado le contestó:
— De acuerdo.
    En la comisaría, Hernández reunió a todo el personal que se encontraba para hablarles:
—Señores, les agradezco la disciplina y la discreción que han tenido al retirar huesos y material orgánico de personas por toda la ciudad. Y quiero explicar que está pasando.
   Los policías estaban en silencio total por la expectativas de la explicación:
—Nos enfrentamos a una enfermedad rara o a un caso inexplicable de contagio de un mal que tampoco tiene explicación. En ello tenemos a un representante del Vaticano, que quiere poca publicidad de estas victimas y de este mal.  También como ustedes sabrán tenemos a un Chino que nos ayuda a eliminar está plaga que no es de origen vírico o bacteriano conocido.
    Un policía llamado Murfi le preguntó:
—O sea que nos enfrentamos a algo demoníaco.
   El Comisario no sabía como quitar hierro y dijo:
—Sí. Y esperó que se mantenga la discreción. Se están logrando progresos, y esta gente que esta asesinada debe figurar como victima de un asesino en serie. Al que estamos acorralando y pronto esperemos deshacernos de él.  Si se encuentran con personas que están extremadamente consumidas o con apariencia rara, eviten sus mordiscos y avísenme para estos expertos actúen en su reducción. No se les acerquen y lleven porras. Las armas no sirven.
   Los policías comentaron entre ellos y Murfi habló:
— Comisario Hernández confié en nosotros, trataremos que el publico no conozca está terrible plaga y le comunicaremos cualquier información.
   El comisario y la inspectora les estrecharon la mano, uno a uno. Luego se cuadraban entre ellos.

   En el convento, Silvio fue llevado a unos sótanos, en donde había unas mazmorras de tiempos antiguos. Allí le pusieron grilletes contra una pared, mientras el Abad lo observaba.
   Luego este le dijo:
—¿Dónde están mis monjes?¿Que le habéis echo con ellos?
  Silvio con voz entrecortada respondió:
—No les hice nada...., y no sé donde se han metido.
   El Abad le dijo enojado:
—Púes aquí te quedas. Y pronto vendrá Sor María. Se que tú ya conoces, y te diré; que ella si sabe hacer sufrir a quien ella quiere que hable o diga la verdad. Te cagarás en los pantalones...OH, cierto que esos no los usamos.
   Continuará.

jueves, 18 de octubre de 2012

049     El las habitaciones de arriba, el cura Miguel, andaba dando bendiciones para limpiar del mal la zona. Mientras, el comisario Hernández buscaba por los rincones se le cuelen los espectros.
   Y abriendo la puerta del ropero no pudo detener a un zombi que salió corriendo directo a Miguel. El horror brillo en los ojos del cura.
   Los dientes afilados atravesaron las ropas y las carnes de Miguel que dio un grito de dolor. Se creyó entonces un bocadillo, una pata de pollo o una costilla de ternera. ¡Dios Mío!
   El comisario entró en acción y con fuerza de la cabeza del zombi estiró, mientras le propinaba una patada baja a la pantorrilla del zombi que lo desestabilizó e hizo soltar al cura.
   Se libero Miguel de las fauces de aquel zombi sobreviniéndole al instante gran dolor e impresión al ver su brazo sangrar.
   El zombi cayó de espaldas contra el suelo. Y Hernández no le perdonó. Metió el cañón de su pistola en su boca y le descerrajo con agua hasta que sus cachetes se les infló.
   Como si no le parase de bombear agua, el zombi, se fue hinchando más y más.
   Hernández fue con el herido Miguel para sacarlo rápido de la habitación.
   Apenas salieron un reventón aguoso se escuchaba y lo salpicaba todo detrás de ellos. Se esparció por todos lados tripas ,ojos y mil partes convertidas en pringadas gelatinas.
   Hernández ayudo al cura Miguel a bajar las escaleras. Pero al pie de la escalera otro zombi apareció.
   El monje Lo que venía del sótano también lo vio. Y sin esperar un segundo corriendo hacia él se lanzó. Cuando estuvo a su alcance dio un salto con una patada voladora.
   La cara del zombi recibió un impacto directo que la cabeza se la torció.
   Pero esto no fue suficiente. El zombi barbudo se dio vuelta y cogió al monje a su aterrizaje desde atrás.
   El monje Lo tampoco se dejó sorprender. Y con una patada trasera lo levanto de unos centímetros del suelo con la fuerte cos.
  Gabriela corría para prestar cobertura a su maestro.
   El monje inmediatamente con una técnica de giros logró hacer una llave que inmovilizó al zombi  que gruñía de furia. Gabriela aprovecho para meterle un chorro de agua bendita en su boca y luego le pegó un papel rojo con la caligrafía especial en la frente.
    El comisario y el exorcista ya iban para la salida. Y el monje empujo al zombi que cayó de plano al suelo y ya empezaba el proceso de hinchazón.
   El monje advirtió:
—¡Correr rápido!
    El monje advirtió:
—¡Correr rápido!
   Y todos salieron del gran caserón.
   Y adentro se volvía a producir la explosión que en realidad era un reventón.
   Continuará.

martes, 9 de octubre de 2012

048     Luego de unos minutos de rodar por la carretera, llegaron a la dirección del aviso. Efectivamente, allí encontraron a un camión mal aparcado ante la entrada de un gran caserón.
   El comisario aparcó detrás y todos bajaron del auto para investigar. La inspectora Gabriela reconoció sangre en la caja del camión, aviso a sus compañeros.
—¡Aquí hay rastro de sangre!
   El comisario dijo:
—Creó que la respuesta está dentro de esa casona.
   Todos cruzaron la verja y se dirigieron al portal. Allí tocaron el timbre de entrada para ver si alguien les abría la puerta.
    Luego de la infructuosa llamada el comisario les dijo:
—¡Apártense!
   La puerta cedió ante la fuerte patada que Hernández le dio. Al instante un gruñido se oyó desde el interior. Una gorda zombi se les abalanzó y aprisionaba contra el suelo a la inspectora y al comisario bajo una montaña de carne que les buscaba morder.
    El monje Lo detuvo al cura Miguel, dando un paso atrás. Luego dijo:
—Liberémosles antes de usar el conjuro. Miguel, usa tu cruz, yo ayudar desde pierna de ese jamón.
    Con la cruz, el cura Miguel, detuvo las dentelladas que soltaba la zombi y pudo jalar haciendo palanca.
    El monje Lo tiraba con fuerza de la pierna acompañando la fuerza de su compañero y así lograron girarla sobre sí, liberando a los aplastados policías.
   El comisario se incorporó y ayudo a la inspectora mientras le decía al cura:
—Gracias, San Miguel, después te invito una cerveza.
   El Monje Lo le advirtió:
—Salir corriendo. Esto va estallar.
   El cura soltó el agua bendita a la boca de la zombi, que trago todo el chorro por la cruz que le abría la boca. Luego salió corriendo con todos para adentro de la casa.
   La zombi pataleaba en el suelo, hinchándose como un globo.
    Las carnes se le estiraban. Sus formas se deformaban y abotagaban a extremis. Hasta que reventó.

      Los cuatro siguieron investigando por el caserón. Y se dividieron de a dos ante unas escaleras que subía y otra que bajaba hacía un sótano.
   La escalera del sótano tenía poca iluminación, apenas gracias a una bombilla de poca potencia que producía una luz mortecina. El monje Lo iba adelante descendiendo. Atrás le seguía su discípula, la inspectora, que llevaba su pistola con agua bendita lista para disparar a cualquier cosa que se le apareciese. Con la seguridad que si no era uno de esos seres por lo menos, lo lavaría.
    Pero en la penumbra, un absorbido estaba al acecho. Muy cerca de sus piernas espera tras la escalera. Y cuando el monje Lo se puso a su alcance, este le tomó una pierna para darle un mordisco.
   El monje reacciono al instante y dio un salto para adelante volando sobre la escalera. Así se liberó y dio una patada en la cara del absorbido. Pero este, inmediatamente se subió a la escalera para ir tras de Gabriela que venía atrás.
   La inspectora abrió “agua” contra el ser que subía agazapado por la escalera. Al que no le acertaba en la boca, pero le daba con el agua en la cara y en el cuerpo. Y donde lo tocaba lo quemaba como con ácido.
   El monje Lo cayo de pie como un gato, y se puso en guardia al mirar hacia arriba.
   El absorbido avanzaba a pesar que le salía humo del cuerpo hacia la inspectora Gabriela que lo recibió con una gran patada que lo mando a tomar vientos. Y voló por los aires.
   El monje Lo con gran pericia sacó un papel caligrafiado santo para colocar en su mano y junto a un golpe estampárselo en el pecho del absorbido que caía hacia él.
   El absorbido quedo suspendido ante la mano del monje. Y al instante se desintegro quedando convertido en un esqueleto que pareció sorprendido  con la boca abierta, antes de caer inerte al suelo.
   Continuará...