Maldición

Maldición
HORROR

viernes, 11 de mayo de 2012

026     Ella se acercó a la barra y se sentó en un banco al lado de un joven. Él joven le dijo:
—¿Quieres tomar algo?
    Silvia lo miró con unos ojos que brillaban en la penumbra y le contestó:
—Lo que tú quieras pedir está bien para mí. Me llamo Silvia.
—Bonito, nombre. Y bailas que me pones como loco.
    Silvia no se cortaba y le respondía:
—Se otras cosas que te podrían más loco. Pero primero tomaré lo que me invites.
     Ciertamente que ella bebió el Whisky de solo tragó y el barman volvió a llenar su vaso que lo bajo como si nada.

    Él joven muy excitado que le subía un escalofrío por ella le dijo:
—¿Qué tal si vamos afuera a fumar un cigarro?
    Silvia le respondió:
—No. Eso hace daño a mi salud. Pero, hay algo que me gusta fumar y te lo puedo enseñar en el baño. Si quieres.
    Los ojos del joven se le abrieron tanto que estiraron de la comisura de los labios y así la siguió.
    En el baño hubo gemidos y golpeteos de placer .
...Luego Silvia se arreglo y dejó tras de sí, un joven fumado. Y ahora, ella, rebozaba de salud y alegría. Y volvía a la pista a bailar.
    El gallo del pueblo anunciaba el amanecer y los primeros rayos se filtraban por la ventana pegando en la cara a Don Silvio. No se daba cuenta de que estaba durmiendo con el vestido de su otro yo.
    Se levanto remolón pero se sentía muy  bien. Hasta que se vio un muslo con falda. La electricidad de su sistema nervioso le dio una parálisis de un microsegundo. El tiempo se le detuvo y luego acelero a mil. Salto de la cama y se colocó ante el espejo. Sus ojos le saltaron de orbita y quiso romper algo. Así que jalo de sus cabellos con rabia.
—¡Nooo!
    El desconcierto y la rabia se apoderaron de él. No entendía que le estaba pasando. Se atormentaba pensando si no sufriría de sonambulismo o sí tuviese otra personalidad homosexual en sí mismo que ahora quería aflorar. Sabía que ahora lo de la broma era descartado, anoche se había encerrado por dentro y tampoco bebió nada para estar consiente de sus actos, así que todo era cuestión de él.
     Otra vez tuvo que dedicarse a quitarse el maquillaje de su cara y la pintura de las uñas, una por una.
     Entonces se decidió él mismo a ver al obispo en la capital para exponerle los hechos que le estaban afectando en su ánimo para retornar a las practicas parroquiales. Esperaba un consejo o alguna manera de calmar su alma. Llamó por teléfono y pidió cita.

   El encuentro fue esa misma tarde, el Obispo no quería tener un buen trabajador de baja. Don Silvio representaba a una zona población rural de buen nivel adquisitivo que siempre facilitaba buenas donaciones de dinero.
    El Obispo que se encargaba de dar homilías en la Gran Catedral lo recibió en un salón de la misma donde ambos charlaron de pie, frente a frente.


Don Silvio se explicó:
— Señor Obispo, tengo miedo porque me pasa algo inexplicable … Creó que tengo alguna inclinación homosexual o alguna crisis de identidad.
—Hijo, todos los sacerdotes nos da miedo descubrirnos con esa enfermedad. Pero no debemos dejarnos influir por influencias de pensamientos perniciosos de la sociedad. Debemos buscar en la palabra de Dios la solución.
—Es que yo no sé lo que me ocurre. Ante la eucaristía me pongo mal, y luego se pasa. Después amanezco con extrañas vestimentas ¡Que yo no me puse al acostarme! ¿Qué puede ser?
—¿Qué ropas hijo?
    Don Silvio le contestó con timidez:
—Faldas— el Obispo lo miraba como si no lo entendiera—Faldas … ¡Faldas!
—Haaa …—dijo el Obispo— Bueno no se preocupe. Yo tengo una colaboradora experta en el tratamiento de estás cuestiones. Le hablaré y se la mandaré como asistente personal. Es una monja, que ya se la mandaré y verá como soluciona su problema.
—Se lo agradecería su excelencia. Necesito esa ayuda.
    Don Silvio beso la mano del Obispo y se retiró contentó.

    Un rato más tarde, el Obispo se reunió con una monja mayor a quien le dijo:
—Sor María, necesito que nos ayude a tratar a nuestro cura de la región del norte del obispado. Anda con malestar sobre su vocación y su sexualidad. Quiero asignarle está  misión dado  que usted es nuestra colaboradora que más entiende sobre el tema. 
—¿Quién es? Señor Obispo
—Se trata de Don Silvio. Tendrá que ir a ser su asistente y directriz en el pueblo por un tiempo. Y lo será hasta que usted me informe de que se ha recuperado. Debemos de cuidar los pensamientos de nuestros pescadores de pecadores.
—Lo que usted mande Excelencia. Déme por favor su bendición.
   Y el Obispo la santiguo.
Continuará ...







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