Maldición

Maldición
HORROR

viernes, 24 de mayo de 2013

063   La Bruja Jiang Shi se deformaba a cada instante. Pero como un animal herido volvía a atacar. El comisario y la inspectora salieron corriendo ante las perspectivas de que ella reventará.

         El monje Lo ,la intenta detenerla con una patada.

   Y saltando por ella, con el mismo impulso, logra conectarle otra patada más en el rostro de la monstrosidad.


    La bruja se cayó sentada mientras todo su cuerpo vibraba como una olla a presión en estado máximo de ebullición. El monje Lo, comprendió también que era hora de salir corriendo.


   En ese mismo instante, la bruja Jiang Shi salto en mil pedazos. Saltando huesos, sangre y vísceras; por todas partes.


   Los luchadores se reunieron en torno a María del Huerto, que se incorporaba desde el suelo con la ayuda del exorcista y Gabriela.    María estaba alterada por lo que le ocurrió y preguntaba:
—¿Qué ha ocurrido?
   El exorcista Miguel, le explicó:

— Silvio ahora está en paz... María, tu amor ayudo a que libre del mal y ahora su alma descansa. Silvio está en la eternidad.
   La inspectora Gabriela fue directa:
—Por favor, dígale que Don Silvio, ha fallecido. Sin más...Lo siento María.
   María se quedo cabizbaja con su dolor.
   El comisario se dirigió a la Inspectora:
—Acompáñenla hasta su casa. Ve con Miguel y no la dejen hasta que este bien. Yo iré con el Maestro Lo a hablar con el Dr. Martin, necesitamos que venga aquí.
—Vale— estuvo de acuerdo.
   La inspectora se montó al mando del coche de María, que estaba deprimida.
   El exorcista les habló:
—Creó, que el amor vuestro , salvo el alma de Silvio. Informaré al obispado para que esto sume ante en favor de liberar el sentimiento de los futuros sacerdotes.
  Gabriela le pregunta:
—Cree, que los curas algún día se podrán casar.
Miguel le dice:
—No sé. Solo sé que Jesús, no hablo nunca del celibato. Esto fue cosa de hombres, y de hombres es decisión. Los demonios existen, y usan leyes de hombres. Pero la ley más fuerte es la del amor. Eso si dijo el señor. Consuélate, María, ahora Silvio esta bien.

   El auto marcho por la carretera, mientras el sol se levantaba en el horizonte.
   Continuará.


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