Rufh quedó como una naranja exprimida.Su cuerpo se redujo a un saco de piel y huesos.
Silvia se levantó de la cama, cogió la caja de metal y fue al lavado.
Se miró desnuda ante el espejo y se vió: bella, reluciente, con su piel sonrosada y suave como la de un bebe. Se acaricio su rostro y miró al neceser de cosmética. Lo abrió y comenzó a experimentar con delineantes, polvos y coloretes. La nueva Silvia era insaciable. Era bella, pero eso no le bastaba, quería ser más bella.
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