Tuvo que buscar
un disolvente de pintura para quitarse el color en sus uñas.
Luego fue al
ropero a tomar su ropa de celebración de la misa y se encontró con un vestido
se mujer colgado junto al sobrepelliz.
Lo tironeo y sacó
de allí a la prenda. Lo miró con asco y pensó tirarlo a la basura, pero se
detuvo por ser una prueba de algo que no entendía. Así que lo colocó echo un
bollo en un cajón. Luego siguió con sus cosas.
En la habitación
del hotel apareció un cadáver. La policía ya estaba revisando todo y haciendo
informes sobre las circunstancia de aquel deceso. El inspector ,Comisario Hernández,
no tenía bien claro lo que paso allí.
Le dijeron que
entraron unas tretanieras y se encontraron con un cadáver de una mujer que
aparentaba tener noventa o cien años. Sin signos de violencia o alguna marca de
agresión. No obstante los encargados aseguraban de que esa no era la mujer a la
que alquilaron la habitación sino que era otra mujer muy guapa; y que traía a
otra de acompañante, a la que no vieron bien.
Hernández pensó:
O está mujer era la acompañante, a la que no vieron bien. O alguien dejo a su
abuelita para no pagar el entierro.
Por otro lado,
era extraño la forma que estaba desvestida sobre la cama. Con los pantalones
bajados. ¿Tal vez alguna forma enfermiza de necrofilia? Y también; que estaba aún
aparcado el coche con el que entraron y por lo tanto alguien se fue andando de a pie.
Hernández llamó
por su móvil al equipo de forenses para que le preparen un informe sobre el
fiambre que le enviaría. Necesitaba saber todo lo que estos médicos de la
muerte le pudieran decir; porque el caso pintaba muy extraño.
No toque nada oficial.
Tuvo que para a
un subalterno que tocaba el cuerpo. Este no podía creer que lo que había en la
cama era un cuerpo verdadero de un humano. Parecía un cuerpo momificado.
La ambulancia
con los paramédicos llegaron y recogieron el cadáver.
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