Maldición

Maldición
HORROR

lunes, 24 de septiembre de 2012

046  El Maestro Song se curo las heridas de sus brazos con hierbas que tenía en su botica. Se miró así los arañazos que Shi le causo y le pareció extraño que las heridas de esfumaran ante sus ojos y después perder la noción del tiempo.
   Él sin darse cuenta cambio de apariencia trasformándose en Jiang Shi  y comenzó a reír burlándose. Con voz socarrona  dijo:
—Perdiste Maestro Song. Ahora tengo todo tu poder y soy bella por la eternidad. Jajarajaja.
    En los días posteriores, el maestro  Song se dio cuenta del engaño y que la bella Shi habitaba en su interior. Entonces meditó como hacerle frente y invocó al Tao para conseguir un conjuro eficaz contra la bruja Jiang Shi y el mismo compuso la caligrafía de palabras secretas que se usa para combatirla.
   Estás palabras las envió a otros Maestros Taoistas que vinieron a ayudarle, pero ya era tarde. La bruja Shi al terminar los siete días que dura una fase lunar de luna, se apoderó totalmente de su cuerpo y huyó. Durante veinte siglos la bruja fue viajando por toda China, asesinando y creando sus hijos.  Estos no son eternos, solo sobreviven si saben esconderse de la luz  del sol o de los sacerdotes Taoistas que los destruimos. Pero la bruja Jiang Shi siempre logró escapar. Si no se puede conservar el cuerpo en el  que habita, escapa arañando o en algunos de sus hijos, donde está su ponzoña. Por eso ella muy peligrosa y escurridiza.
    El exorcista le preguntó:
—¿Quiere decir que si a Don Silvio no lo encontramos en próximos cuatro días se transformará definitivamente en la bruja Jiang Shi?
    El monje Lo hizo un gesto afirmativo.
    El exorcista dijo entonces:
—Entonces preparémonos para enfrentarnos con la bruja y sus hijos diabólicos.
    El exorcista trajo su maletín que estaba en la casa y comenzó a rezar mientras extraía un crucifijo, agua bendita y una estola. En La misma mesa ,el monje Lo, prendió incienso y  con un  pincel daba trazos en el papel creando los conjuros contra la bruja Jiang Shi.
   Ambos sacerdotes, un Católico y un Taoista rezaban preparando sus armas contra el mal, bendiciendo sus elementos.
   El comisario a un costado revisaba su pistola de fuego y les preguntó:
   —¿No pueden hacer un conjuro a mi pistola? ...No sé. Bendecir las balas por ejemplo.
   El monje Taoista le dijo:
—No poder. Armas son elemento Ying y no poder ser Santo. Armas matar.
    El comisario respondió:
—Joder, en pleno siglo XXI no tenemos algo más moderno para enfrentarnos a una bruja.
   Desde atrás venía la inspectora Gabriela que le dijo:
—Si , Comisario Hernández, podemos usar unas armas supermodernas. “Pistolas de agua bendita”— y diciéndole esto le soltó un chorro en la cara.
  El exorcista Miguel dijo:
—Buena idea. Yo les proveeré de la munición. Bendeciré mucha agua para que tengamos para todos.
   El comisario Hernández le preguntó:
—¿De donde sacaste estos juguetes?
   La inspectora contestó:
—Hay un “tienda china” en el pueblo. Tienen de todo. Y se me ocurrió que esto nos podía servir.

   EL comisario felicitó a Gabriela. Al mismo tiempo que sonaba su teléfono móvil. Desde la comisaría le hablaba la oficiala de comunicación:
—Comisario, tenemos varias denuncias de desaparición de personas en estos días. Todas desaparecidas por las noches y en radio cercano a la capital... Unos jóvenes en el recital de ayer, gente acampada en la montaña, un hombre que salió a pasear a su perro y solo volvió el perro.
   El comisario Hernández le dijo:
—Volveré a la central en una hora. Prepáreme un informe y si surge cualquier cosa manténgame informado.
  Luego dijo a  sus compañeros:
   —Falta poco para que anochezca. Creó que es mejor centrarnos en la ciudad donde últimamente se han producido varias desapariciones y el cura Silvio no volverá por aquí.
    Todos estuvieron de acuerdo en volver.
     La noche ya se cernía y aparecía la luna llena en el firmamento iluminando con su claridad las zonas oscura de la carretera. En los bosques en la montaña, unos cazadores buscaban presas con rifle y escopeta. Un jabalí o un corzo les iba bien, pero se encontraron a un lobo que saliendo de la oscuridad se les abalanzó. Unos escopetazos certeros lo hacen volar por el aire al lobo feroz.
   Y en ese mismo instante, sus compañeros zombis aparecen por detrás y sorprenden a los cazadores. El lobo zombi se levanta y vuelve con furia a atacar.
       Los cazadores se volvieron presas.
       Lejos, en el centro de la ciudad, su plaza mayor vibra al ritmo del vino y la música. Bares y discotecas apabullados de gente que se divierte. Despedidas de solteros que buscan fiesta, parejas que quieren tomar algo, personas que quieren ligar, y en medio de esto, un absorbido con hambre. Nadie le da importancia porque creen que está en la fiesta. Y hasta unos fiesteros le ofrecen de beber. 
   Los pollos le dan la mano, pero este prefiere el cuello para morder. Pero los pollos no son tontos y reacciona su compañero, agarrándole del pelo a su vez.
   Como gallos de pelea, enojados los fiesteros está vez. Al absorbido pisoteado, le crujen los huesos y dientes a la vez.
   Cansados de tanto ajetreó, los pollos lo dejan  roto y desparramado a sus pies. Pero este se levanta, todo roto , queriendo guerra otra vez.
    Los pollos  se marchan y el absorbido se arrastra buscando a alguien  para coger. Tal mal espectáculo hace que la gente no se le acerque a aquel macilento ser.
     Alguien llamo a la policía para que se lo vengan a llevar.
      En la radio el auto vuelven a llamar al Comisario Hernández y le informan del disturbio de la plaza central. Él contesta:
—Vamos para allá. Mande algún agente para que me asista y no que no se acerquen a ese  hombre extraño. Yo me ocupo personalmente. Corto.
   La inspectora Gabriela opinó:
—Puede ser que ese extraño provenga de la zona del recital que se hizo anoche, queda a varias manzanas de allí, y si es un absorbido puede ser uno de los jóvenes desaparecidos.
   El comisario se mostró de acuerdo y dijo:
—Puede ser, nos debemos dividir. El maestro Lo y padre Miguel que revisen la zona donde se hizo el recital. Nosotros nos encargaremos de la plaza mayor. Me preocupa que la gente no vea si este ser revienta  o se queda reducido a huesos. No quiero que la gente se alarme.
   El maestro Lo paso a Gabriela un puñado de sus papeles caligrafiados para que esta los guarde.
    El grupo se dividió. El comisario Hernández  junto a Gabriela se dirigieron a la Plaza Mayor.
    Muchos curiosos rodeaban al cadavérico personaje que se movía con dificultad por sus huesos rotos de la paliza anterior. Y un agente cuidaba de que no se le acercarán.
    El comisario Hernández se proveyó de una manta que tenía en el auto y  busco sorprenderlo por la espalda. Mientras la inspectora iba hacía el absorbido disparando su pistola de agua bendecida.
   El absorbido trago un trago y gruño. Al instante el comisario se lanzó sobre él y lo cubrió para que no lo vieran.
   Gabriela remato la faena pegando en su frente la caligrafía de santo. El absorbido se zarandeo y en momentos se quedó tieso.

     El comisario Hernández lo cargo a hombros y saludo al agente que se cuadró ante él. La inspectora recogió los huesos de un antebrazo que de la manta escapó.
   Continuará...

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