Maldición

Maldición
HORROR

lunes, 18 de junio de 2012

032    Luego de la misa, cuando el atardecer entraba, un coche se detuvo delante de la Iglesia y pidieron hablar con el párroco. Eran el Comisario Hernández y la Inspectora Gabriela. Este le mostró al cura el dibujo de la mujer a la que estaban tratando de localizar diciéndole:                                                                                                                                                         
— Queremos saber si reconoce en este dibujo a alguna de sus feligreses, dado que es sospechosa de provocar la muerte de unas personas.

   Don Silvio les responde:
—Lo siento. No tenemos ninguna feligresa parecida a esté dibujo. Estoy seguro. Pero, ¿Qué ha hecho? ¿Ha provocado un accidente o es una asesina?
  Allí hablo Gabriela:
—No lo tenemos claro todavía. Por eso tenemos que localizarla. Le dejamos la imagen y atrás tiene el numero de teléfono para llamarnos si la ve.
  El cura le contesta:
—Claro. Si aparece por aquí, les llamo enseguida.
   Entonces Gabriela le dijo:
—Padre, respóndame a otra cosa, por favor. ¿Cree que los muertos vivientes como zombis o vampiros pueden existir?
  El cura le fue sincero:
—Si existen, en los cuentos, las novelas y películas más allá de esto solo supercherías de la gente para mí. ¿Pero que tiene que ver esto con está mujer?
Allí hablo el Comisario:
— Disculpe a la Inspectora, Señor Silvio. Ella es especialista en crímenes vinculado al satanismo y es lógico que haga preguntas extrañas cuando se le cruza un buen hombre como usted. Más si es un cura, peor.
Ambos hombres sonrieron en complicidad.  Y se despidieron.
   Más a en el portal le esperaba la monja, Sor María, que los detuvo y le preguntó:
—Perdónenme Señores Agentes, pero me gustaría saber que andan buscando. Nuestro párroco ha estado enfermo casi todo el mes y no se ha enterado mucho lo que paso a su alrededor. ¿Tal vez yo les pueda ayudar?

   El comisario le dijo a la inspectora:
—Inspectora entréguele un cartel a la señora, ¿que se llama?
—Soy Sor María, la ayudante y cuidadora del cura en estos momentos.
   Gabriela le entregó el cartel y le explicó:
—Buscamos a está mujer. Está implicada en la muerte de varias personas pero no está acusada de nada. Solo necesitamos localizarla.
   Sor María les dijo:
—No la he visto por acá, pero les avisaré si la veo.
   El comisario le dijo:
—Nos haría un favor. Pero; ¿que le pasa al párroco?
— Nada grave. Estrés común que tienen los curas por su dedicación al servicio de la comunidad, por eso hay que apoyar a la Iglesia en la declaración de la renta, marcando con una cruz en casilla correspondiente.
—Púes nos acordaremos de usted Sor María cuando lo hagamos. Adiós.
   Y la monja entró mientras guardaba entre sus prendas el cartel que le dieron.
   Los agentes se montaron en su coche y se marcharon.
   Gabriela comentó:
—Vaya mujer, parece un spot publicitario de la Iglesia.
   Henández le dijo:
—Cierto. Y también, que lo tiene controlado a su párroco como una maruja celosa, pero eso no nos importa. Nuestro objetivo es localizar a esa mujer. Y discúlpeme que le haya cortar el tema con el cura Don Silvio. Pero no podemos explicarle lo sucedido.
La Inspectora le dio la razón:
—Lo sé. Pero tenía curiosidad de una opinión sobre un enfoque de religioso local. Aunque tengo constancia de que a nivel más elevado de la curia, hay una división especial de curas exorcistas, que creen en manifestaciones extrañas del demonio.

   El Comisario le dijo:
—El Dr. Martín no se da por vencido. Cree que todo puede tener una explicación racional. Se ha puesto en contacto con centros de investigación física cuántica. Creé que puede haber una especie de virus eléctrico, una forma de vida eléctrica, que puede infectarse por los fluidos coorporales.
 Gabriela le contestó:
—Todo puede ser. Tal vez lo científico y lo religioso sean al final dos expresiones que se encuentren en algún punto del camino, con tal que el que lo sopese tenga la virtud de aceptarlo.
 Hernández se mostró de acuerdo:
—Puede ser. ¿Tu maestro te ha dicho cuando arriba?
—Pronto, pero antes debe prepararse para venir. Hay ritos que debe hacer para tener fuerza para enfrentarse a lo que el creé que hay aquí.
—¿Y tú le crees?
—Yo le respeto. No sé lo que él sabe, solo se que tenemos un problema y debemos fiarnos que nos pueda ayudar con el caso.
   El Comisario concluyo:
—Bien. Esperemos que sea como el dice. Y sigamos buscando a esa mujer misteriosa.
  Y siguieron por la carretera al próximo pueblo.

   La noche se cernía sobre la casa del cura y él se empezó a sentir extraño, se acerco a la ventana y vio que la luna llena se alzaba en el horizonte. Instantáneamente unas convulsiones internas le brotaron y sin darse cuenta del detalle lo seguía Sor María recriminándole del mucho tiempo que tardaba en confesionar a los paisanos, que no hizo mucho hincapié en pedir las limosnas, que no le dijo nada de la mujer que los agentes andan buscando, que se acercó mucho a las feligresas para dar la hostia.Y le decía:
— Creó que sus faltas requieren de un nuevo castigo. ¡Un nuevo arrepentimiento, Don Silvio, con el santo flagelo! ¡Gracias a Dios, que estoy aquí, sino sería la perdición de usted y de este pueblo de ovejas del Señor!


   Ya cansado se giro y se encontró con el látigo que le pasaba Sor María, y entonces se lo arrebato diciendo:
—Pero que cree, ¿Qué pegando al cuerpo se puede dejar de pensar? Usted está loca. Si quiere su santo flagelo, déselo usted misma y deje de romper a mí la paciencia…Así que ahora se va de mi casa. ¡Ya!
   Y tiró por la ventana el látigo.

Sor María pego un grito, se sorprendió pero reaccionó diciéndole:
—Yo no me voy. Usted está enfermo y yo lo voy a curar por el poder de la fe.
   Sin decir más, Silvio fue hasta la habitación de la monja y metió todo en su maleta y volvió con ella a la ventana, donde tiro por ella sus cosas.

   Ella seguía diciendo:
—Yo tengo el benéplacito del obispo y usted no querrá revelarse.
   Él se volvió a sentir mal y luego de arrojar la maleta salió corriendo para el baño y le repetía:
—Váyase ya de mi casa. Ahora.
   Y Don Silvio cerró la puerta.
   Sor María se decidió marchar, pero al llegar a la puerta volvió sobre sus pasos y fue hasta el baño para expiar por la cerradura. Lo que vio, la dejo pasmada, porque el cura se quitó la sotana y ella se santiguaba.

   Entonces, vio que se acercaba a la puerta y dio unos pasos para atrás. Al final se abrió la puerta y tras de ella apareció Silvia. Sor María alzo los brazos asustada al ver una mujer sin sostén allí.

 Y gritó Sor María:
—¿Quién eres tú mujer desvergonzada? ¡Satán muestra sus prostitutas!
Eso hizo que Silvia se moviera como un rayo y la tomó por el cuello levantándola por los aires con una sola mano mientras le decía:

—Prostituta eres tú Sor María. ¿Cuantas veces te has acostado con los que tú salvas con castigos? ¿Cuánto dinero has contado con esas viejas manos? Ahora estás vieja, que no sirves ni para ellos, ni para mí. Y por eso, hoy te salvas. ¡Fuera! Se ha dicho.
   Y una patada en el trasero la saco volando por la puerta y cayó afuera en medio de calle.


   En el centro forense, el Dr. Martín recibe una llamada de Hernández, mientras hacía sus pruebas. Y pregunta mientras inyecta a un ratón de laboratorio muerto, un extracto sacado de la cabeza decapitada.

—¿Cómo va la investigación? Recuerde que hoy es de vuelta noche de luna llena y efectivamente la cabeza comenzó a moverse y su cuerpo está dando golpes por salir del frigorífico.
El Comisario le dice:
—No hemos tenido resultado favorable. Nadie parece haberla visto, pero seguiremos buscando si es necesario toda la noche… ¿Usted tiene alguna novedad?
—Estoy probando si está enfermedad se trasmite por los fluidos corporales, y si pueden reactivar un cuerpo ya muerto.
   En ese momento, la rata comenzó a moverse. Y en el frigorífico se abría por los golpes una puerta. De ella salía de su encierro el colega asesinado del doctor, que se levanto de la muerte por acción de la luna llena.

   El zombi salió por las puertas hacía la calle y se dirigió hacía las afuera de la ciudad caminando por el camino que lleva a una zona de montañas que quedan muy cerca de la ciudad.
    Él Dr. Martín miró como la rata cambio el brillo de sus ojos y levantaba sus patitas como queriendo salir de su encierro. En ese momento, se dio cuenta del error que cometió. No aseguró las puertas y el cadáver de Richard estaba en la otra sala. Tal vez, volvía a la vida como está rata, y allí se sobresaltó y soltó todo lo que tenía entremanos.

   Salió corriendo para la zona de refrigeración, pero ya era tarde. Richard se escapó.
Continuará…

No hay comentarios:

Publicar un comentario